Hoy es un mal día para la libertad y para la comunicación. Pero además es un mal día para la sociedad porque comprueba con perplejidad que los anacronismos siguen aflorando caprichosamente de cuando en vez. El cumplimiento de la sentencia que obliga a ensombrecer la señal de EiTB en la comunidad navarra responde al calificativo de anacronismo doblemente. Por un lado un anacronismo social por tratarse de una pretensión de limitar a la ciudadanía navarra el acceso a la información de una radiotelevisión de una comunidad vecina (y por tanto de obvio interés) en unos tiempos en que este tipo de políticas restrictivas no son bien vistas ni en los círculos más retrógrados. Pero además hablamos de anacronismo tecnológico, porque quien obliga a ensombrecer esta señal no está teniendo en cuenta que la misma es accesible por otros canales, y deja en evidencia la falta de actualización de quien ordena aplicar esta decisión. Quizá podríamos añadir una tercera variante de anacronismo si tenemos en cuenta que la orden proviene de una demanda de un ejecutivo que ya no está al frente del gobierno, y la confirma un ministerio descabezado de un gobierno en funciones. Pero esto tiene más que ver con la (falta de) agilidad de la justicia que puede dar lugar a estos absurdos. Suponiendo que la demanda original viniera propiciada por la mejor de las intenciones de alguien que cree que realmente la información de esa fuente es perjudicial y dañina para sus representados diremos que los tiempos del paternalismo en que las instituciones decidían qué información es buena para los ciudadanos ya quedaron atrás. Ahora los riesgos del exceso de información (y en especial de la que carece de rigor) se combate con educación y preparación, pero nadie cuestiona que (salvo en algunos estados también anacrónicos y totalitarios) es el ciudadano quien asume esta tarea de selección de fuentes. Si las motivaciones son interesadas porque la información de esa fuente incomoda (o mejor incomodó) a quien estaba al frente de la gestión de la comunidad navarra el análisis adquiere un sesgo bastante más relacionado con la moral que con las formas de gobierno.