La comunicación tiene una gran complejidad y cualquier distorsión en el proceso puede generar un efecto no deseado en el resultado final, en la reacción del destinatario. Cuando acometemos una acción de comunicación lo hacemos con un objetivo: conseguir una reacción. Si se produce la distorsión este objetivo queda en cuestión. Yo no sé si el problema ha estado en el código, en el canal, en el emisor o en el receptor, pero tengo la sensación de que el mensaje que recibo con la convocatoria de nuevas elecciones es intrínsecamente incoherente. Va contra la esencia del propio proceso electoral, que no es otra que recoger la voluntad popular para estructurar los mecanismos de gobierno del estado. Hay que repetir las elecciones. Las tenemos que repetir todos, pero fundamentalmente la ciudadanía. ¿Qué debemos entender cuando nos hacen repetir el proceso? ¿Quizá que lo hemos hecho mal? ¿Qué debemos cambiar nuestra elección? ¿Todos o basta con que lo hagan algunos? Si cambiamos el voto es posible (pongámonos en que sí) que se forme gobierno, pero sería el gobierno de la segunda preferencia. El de la primera los políticos han decidido que no les gusta y anulan así la voluntad de sus representados. Es decir, los representantes sutilmente indican a sus representados que lo que han dicho en las urnas no son capaces de ponerlo en marcha. ¿No sería más lógico que, si realmente los representantes elegidos no han sido capaces de formar gobierno siguiendo la voluntad de sus representados, hagan autocrítica y se retiren a un segundo plano? El mensaje no puede ser: “Repitamos el proceso y que alguien cambie el voto, a ver si sale algo que sepamos hacer, aunque no sea lo que realmente queremos”, o “Nos presentamos para representar vuestra voluntad, pero ésta no, por favor cambiadla”. En una democracia que sólo pregunta cada cuatro años directamente a la ciudadanía (aquí recuperaríamos nuestra defensa de la democracia participativa, para la que hemos puesto nuestro granito de arena con proyectos como ADI! o Parte Hartu), si cuando lo hace además no es capaz de materializar esa voluntad, el único mensaje que cabe es: “Los candidatos nos hemos presentado para representar a la ciudadanía en la dirección del estado, pero el proyecto se nos queda grande así que reconocemos nuestra incapacidad y dejamos paso a otros para que lo intenten”. Esto es tanto como decir que, una vez consumido sin éxito el plazo para pactar, debería repetirse el proceso de negociación con otros actores, pero no los comicios. Con las prórrogas que haga falta. Porque si entendemos que debemos cambiar el voto, y lo cambiamos todos, el resultado (la reacción del destintario del mensaje) puede ser catastrófico en términos de democracia. Crucemos los dedos.